jueves, 12 de enero de 2012

No hay muerte, solo mudanza.


Cuando alguien se muda repentinamente, uno se deprime, pierde el rumbo, se convierte en un filósofo preguntando y repreguntando una y otra vez el “¿por qué?”.
Tal vez si lo pensáramos solo como eso, una simple y cómoda mudanza, sin equipaje y sin peso.
O simplemente, como el ultimo aprendizaje, después de todo, la vida es simplemente eso, aprendizaje, desde la cuna hasta el día de la mudanza.
Si dejáramos de pesar, que nos falto y valoráramos tal vez todo lo que dimos.
Tal vez lamentamos más de la cuenta por que se nos adelanto en el viaje
Pero pensemos un segundo, todos nosotros, visitantes de esta vida preparamos las maletas de la serenidad para irnos de viaje.
Si procuramos dar nuestro mayor esfuerzo, para llegar sin apuros de lograrlo cuando se acerca la mudanza, todo valió la pena.
Porque no queremos encontrarnos con los que se adelantaron en el viaje reprochándonos porque no hicimos las cosas a tiempo.
Claro que duele, uno no concibe la idea de que alguien se vaya de paseo y no nos avise para poder darle un abrazo de “hasta luego “o “nos estamos viendo”.
Pero es cierto, también duele el saber que el otro se va de viaje y nosotros somos los que tenemos que esperar.
Ante las dos situaciones, tenemos que dejar el enojo de quedarnos, porque uno lo hace de vago nomas, claro es por el tema del aprendizaje continuo y a nadie le gusta no tener algún día la posibilidad de decir “ya aprendí todo, ahora me quedo a esperar”.
Alguna vez leí, que uno no se deprime, se distrae; deja de ver todo lo bueno que hay a nuestro alrededor para lamentar lo que estaba y ya no está.
Tal vez sea hora también de dejar de lado la depresión en este camino que llamamos vida, para poder disfrutar de lo que nos rodea sin lamentos.
Y si nos cansamos de esta tarea, seguramente encontraremos a un compañero/era que nos permita seguir transcurriendo el camino.

M.ALEJANDRA ORLANDI

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